Historia 1
Parecía que no iba a equivocarse, siguió su juego como si ya lo hubiera jugado. Siempre con su andar firme, sin dudas, tan seguro de hacer lo correcto... Cerró las persianas, y solo quedaron las tres velas que habían en el suelo, y allí yo. No pude ver como llegó ahí, pero sentí su respiración muy cerca, como en el sueño, rozando mi oreja. Sus labios rozaron mi oreja, me estremecí. Mientras jugaba con ésta, me echaba contra el suelo, tranquilamente. Cogió mis manos con fuerza y me las subió hasta que me pude notar el pelo. Él bajó por mi cuello, yo acariciaba el suyo, y lo presionaba hacia mí, quería sentirlo más cerca, hasta que me doliera la piel, y cada vez se me nublaban más los ojos. Le acariciaba la espalda, quería aprenderme su tacto su forma, y quitándole la camisa lo tiré hacia un lado poco a poco y me puse encima de él. Se encontraron los ojos cuando yo ya le buscaba el cuello, pero los suyos inmediatamente se cerraron cuando notó mi aliento, que subía y bajaba por su cuello, y respiraba, sólo se oía mi respiración y la suya que cada vez sonaban más fuertes y rápidas, hasta se oían las ganas. Nos quedamos mirándonos los labios cómo si con eso bastara, como si nos deleitáramos con ello. Pero a mí no me bastaba, mordí y lamí sus labios, jugando con ellos, y dejé pasar la lengua por encima de la suya, pero fui bajando por la garganta, y más, nos presionábamos, lo sentía como si fuera mío. Me quedé en la barriga, jugando y haciéndole esperar. Yo bajaba, pero más lentamente para que él pudiera notar cada movimiento que yo hacía. Le desabroché el cinturón y el pantalón con rapidez mientras le lamía el ombligo...después las ingles, él se agarraba a la cama con ganas, respirando fuerte. Cogí y lamí, mordisqueé muy suavemente, yo jugaba sin hacerle daño, haciendo que él gozara, y pensando esto me excitaba y no quería parar. Cuando creí que debía parar, subí por su obligo, abdominales, pecho, cuello hasta encontrarme con sus labios, conociendo ya el camino de vuelta. Jugaron nuestras lenguas, como si hubieran estado demasiado tiempo separadas, extrañadas. Pero la suya buscaba otra parte de mi cuerpo, así que nos encontrábamos sentados uno frente al otro, él besándome el cuello, y yo derritiéndome por como lo hacía, cerré los ojos. Me bajó el vestido hasta la cintura y acarició mi espalda y mi barriga, me cogía muy fuerte como si me retuviera. Me acarició los pechos, y me rozaba a veces cuando pasaba por la barriga. Me acurrucó estirada en el suelo y se puso encima de mí con la cabeza a la altura de mis pechos, jugó con ellos y yo creía que no iba a aguantar. Tiritaba y me estremecía, y él seguía, descubriendo mi cuerpo con su lengua. Cuando llegó a la barriga me deshacía en su boca seguro, pero no se paró ahí, y jugó paseándose por mis ingles. Tuve que cogerme a las sábanas para no moverme y aguantarme las ganas de chillar que me habían cogido por un momento, pero aún así se me oía respirar, y gemir y casi no me daba cuenta. Me sentía que era capaz de todo para hacer durar ese momento, y para que él no lo olvidara. Nos entregamos al placer y a lo que nuestros cuerpos nos pedían, sudábamos como animales y resbalábamos sin dejarnos escapar. Éramos uno, colocados uno encima del otro agarrándonos y yendo al compás de lo que era nuestra música. Andaba perdida yo, sudada y con los ojos cerrados para saborear el momento, cuando caímos derrotados los dos encima de la alfombra. Las velas se habían apagado pero mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad. Pude ver como me miraba él, encendí mi cigarro que se convirtió en la única luz existente en la sala y permanecimos en silencio sabiendo en qué estábamos pensando los dos. Exactamente lo mismo.
(01-02-2009) Helena Admetlla Dachs
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